La alianza de civilizaciones.

LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES:

UNA CONJUNCIÓN DE CULTURAS

CON BUENOS PRECEDENTES HISTÓRICOS

Rodolfo Gil Benumeya Grimau



La sociedad de la Península Ibérica ha sido siempre una sociedad atípica, que ha necesitado de fórmulas atípicas al estilo de las que empezaron a formarse en la época de Al-Andalus, en algunos de los reinos cristianos posteriores o ahora mismo. En Al-Andalus prevaleció la idea de un estado integrador común a todos los hispanos que había entonces, musulmanes, cristianos y judíos, con sus personalidades y sus culturas a cuestas.
Al-Andalus fue el producto de una dialéctica; pero también lo fueron en buena parte los reinos cristianos coetáneos y posteriores. Tenemos tendencia a imaginarnos este conjunto como un fenómeno histórico particular, más o menos admirable según sus periodos y según la visión de quien lo contemple de entre nosotros, pero casi siempre diferente a los otros fenómenos históricos interétnicos o intersociales conocidos. Es un fenómeno distinto a los comunes. Es, o parece ser, una edad dorada. Lo cual suscita un repaso de ideas y una pregunta, que ya he propuesto en otros trabajos: ¿Si, de verdad, ese fenómeno histórico tuvo algo de edad dorada y de modelo, a qué se debió, cuál fue la causa, qué especificidad hubo en todo ello?
A mi juicio, la respuesta a este repaso de ideas y a esta pregunta está en una cohesión dinámica de intereses y en el diálogo. En Al-Andalus hubo una cohesión interna que fue dinámica, que supo conjugar las fuerzas dispares y tal vez los intereses dispares que lo componían. Esa conjunción histórica fue el resultado de una ligazón activa, laboriosa, comprensiva con el Otro, solícita y contrastada; es decir, el resultado de una mezcla cultural convecina. Si algo tuvo Al-Andalus -y con él los otros componentes del conjunto- de época ejemplar y de modelo, obedeció sin duda a su mestizaje cultural, a la conjunción de sus diferencias. Fue un producto híbrido.
Como también he dicho otras veces, duró lo que duró y su ejemplo, no solamente su recuerdo, nos sigue ocupando y sirviendo como modelo, o como acicate, para entender que se puede llegar a modelos parecidos y a comportamientos equivalentes.
Ahora, en contra de lo que se quiera pretender con un supuesto y forzado ‘choque de civilizaciones’, inducido y presentado por los intereses económicos expansivos de algunas Administraciones estatales y de algunas religiones, se levanta una idea basada en aquellos principios, la Alianza de Civilizaciones. La comprensión. El conocimiento mutuo del Uno y del Otro. Los comportamientos basados en los viejos modelos que dieron resultados y que crearon la civilización moderna, la actual.
Creo que la Humanidad ha empezado en estos últimos tiempos a ser consciente de que es Humanidad, un conjunto, un todo interactuado donde todo se interfiere y complementa. Con un origen común y una finalidad inteligente común. Evidentemente la rapidez y facilidad de los desplazamientos, la información en la mayor parte de los casos simultánea, la inter-comunicación a todos los niveles, la ingente masa de conocimientos acumulada, la informática y la apertura de una inmensa proporción de mentes humanas abiertas a todas las posibilidades y a todas las creaciones imaginables, la nueva medicina, hacen que hayamos entrado en una unificación de percepciones, de necesidades universales y de soluciones de igual forma universales.
En estas circunstancias eminentemente interactivas es difícil hablar de choque de civilizaciones, tanto más cuanto que las ‘civilizaciones’ están interconectadas y mutuamente penetradas, no solamente ahora sino desde siempre de manera progresiva. De lo que sí puede hablarse es de la búsqueda de poder o de control parcialmente mundiales por parte de algunas sociedades humanas de corte político, económico o ideológico.
Con el ‘choque de civilizaciones’ Toynbee y luego Huntington imaginan el proceso como el de un "contacto espacial entre civilizaciones" en el que, de desafíos y respuestas en cadena, una de ellas termina derrotada y paralizada. No parece ser así si contemplamos el devenir histórico a todos los niveles y épocas; desde las ciudades-estado de los sumerios frente a la civilización semita hasta la Unión Soviética de cara a los Estados Unidos, pasando por los grandes imperios antiguos, medievales y modernos. Los resultados finales han sido los del mestizaje de culturas y de gentes, la transmisión de normas, de ideas y de saberes y la formación de nuevas civilizaciones de alguna manera intermedias. Las migraciones, como las que actualmente empiezan, han sido y son asimismo un factor periódico y determinante.
Ejemplos hay de esto, decisivos en el devenir del mundo, como lo ha sido el helenismo, que es la base de lo que llamamos “occidente”, siendo a su vez el producto del enfrentamiento pasajero y de la unión perdurable de la civilización persa y de la civilización griega. O el mismo florecimiento árabe islámico, consecuencia en sí de la fusión de la cultura árabe preislámica en expansión con la civilización persa-sasánida, de un lado, y la romano-bizantina de otro, que traslada a Europa sus conocimientos a través de Al- Andalus.
Según el planteamiento del ‘choque de civilizaciones’, los estados-nación actuales van a seguir siendo los protagonistas más pujantes internacionalmente, si bien las principales pugnas se producirán entre las diferentes civilizaciones enfrentadas a las que esos estados-nación pertenecen. Sin embargo. independientemente de que cada día que pasa hay menos civilizaciones que sean diferentes en sus rasgos constitutivos legislativos, políticos, económicos y de hábitos sociales, lo cierto es que esos estados-nación –empezando por los europeos, incluida la antigua Unión Soviética- se van fragmentando o tienen tendencia a hacerlo en sus unidades de origen, étnicas y culturales.
Éste es un hecho evolutivo natural, porque aquellos estados-nación han significado a favor de sus centralismos el menoscabo de las regiones naturales, sus etnias y sus culturas. El mundo global en el que estamos entrando no es el de los estados-nación ni el de los grandes enfrentamientos de unas civilizaciones que no se conocen o no se entienden las unas a las otras, sino el mundo de las regiones naturales federadas o confederadas, vecinas, compatibles, casa una con sus características propias y con otra buena parte de su civilización común.
Ningún ser humano puede sentirse “ciudadano mundial” o “ciudadano universal” si no tiene una raíz, raíz que sienta como propia con todos sus inconscientes colectivos anejos.
Lo que sí está en el aire –después del ocaso del comunismo y el desgaste del liberalismo- es la fuerza y en cierto modo la puesta en marcha de las grandes religiones politizadas. O más bien , a mi juicio, de grupos y posturas humanas, dentro de esas religiones, con vocación puritana e interés de dominio ecuménico que incluye lo político, lo científico y lo económico. Todos difieren más o menos entre sí y todos pueden eventualmente chocar y enfrentarse, pero todos coinciden en un mismo o fin esencial que es la teocracia.
La Alianza de Civilizaciones, la alianza de culturas dentro de una misma civilización global si bien sea todavía externa y rudimentaria, la aproximación o la comprensión en beneficio del Hombre de los pensamientos religiosos, el buen uso racional de los recursos, es el freno legítimo de este mismo Hombre a cualquier intento de cuartear sus equilibrios y a cualquier teoría desestabilizadora.

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