A MI MALAGA VOLVERE...
Dedicado
a Juan José Ponce

Volveré a Larios y a
Chinitas para soltar las riendas y los estribos de mis versos y de mis
lacrimales, para perder el equilibrio de mi silencio bajo la luz punzante de la
salada y sazonada Farola.
Volveré para recordar
tiempos y años de rudeza y de esperanzas partidas, de interrogantes que alisaban
mis andares, para perderme en las sombras de la Alameda y en esa Tribuna
de los Pobres semanasanteros de mi tierra.
Volveré para dejarme invadir
por la perenne y volcánica voz cantando, con todo el dolor de la existencia,
una Saeta que aún me resuena como estela en el alma.
Volveré a cruzar el Puente
de Tetuán y el de la Aurora
suspendido, yo, sobre aires de orgullo por pertenecer a la universal raza
andalusí, para perder el sentido, de tanto amor y de tanta despedida.
Volveré, si es que algún día
partí, para recordar dolores ya olvidados, y perderme entre líneas de de historias
compartidas y nunca escritas.
Volveré por Málaga, moza de
mis sublimes recuerdos, tierra de amores deshechos por la brisa del pasado.
Ciudad mártir y fértil en la musa de mis sueños.
Volveré para buscar la
mirada piadosa de una ninfa diciéndome adiós con sus retinas apagadas, y perderme
en el mosto que nunca caté.
Volveré para contarles a los
vientos lo mucho que la quise, lo que me desviví por sus recuerdos y por sus gentes.
Volveré a las interrogantes
que me dieron las mejores respuestas, y perderme en el baile de la música sacra
nunca compuesta. Verdiales y Soleares moverán en mis entrañas los fuegos apagados
por la ira de Nerón... y me dejaré perder por los impetuosos arrabales de La Rosaleda para
estremecerme con el eco del respetable coreando a Viberti, Migueli o al mismo
Pajarito Ben Barek en una dominical tarde, casi olvidada.
Volveré con mis llantos
encerrados en un puño y con mil dolores inundando mi pecho herido, con un nudo
en la garganta... y me dejaré perder por Gibralfaro, descalza el alma y
desnudas las entrañas, sin más visión que la de mi nostalgia.
Volveré para abrillantarles
los collares a las palomas de la
Catedral con agua de azahar y alzar el vuelo con ellas sobre
la mar salada de mi grácil Mediterráneo. Con ellas sobrevolaré, enojado, la Cruz de Humilladero y
Carranque para trazar, desde el aire, mis antiguos y sublimes caminos. Volaré
tan alto que, ni las palomas me podrán alcanzar.
Volveré para revivir la
sensación de dejarme salpicar por los destellos del mágico sol que, cada mañana,
cubre de alegrías las milagrosas biznagas.
Y, sobre la Plaza de la Merced , construiré mi
propio Feddan, sólo para mí, y me dejaré esparcir bajo sus sombras para deleite
de mi pasado más lejano.
Volveré y, para mi Kais,
inventaré un cuento infantil para que se lo cuente, cada alborada, su propia
almohada.
Nada se compara con mi
Málaga. Sin ella en el recuerdo, mis recuerdos no valdrían nada.
EL
DÍA QUE PERDÍ AQUELLO
Llegué a mi Málaga del alma
a media tarde. Todo me resultó confuso mientras mis ojos me iban llenando de
incredulidades fastuosas. Me costaba creer que estaba envuelto de recuerdos
lejanos cuyos escenarios no podía visualizar.
Las calles que el autocar
iba cruzando me resultaban nuevas desde que nos acercamos a la entrada de la
ciudad. Llegar a San Julián y ver el cruce del aeropuerto fue mi primera referencia.
Sería una de las últimas a la hora de localizar, en vano, los lugares
pretendidos.
Y llegué a la antigua
estación de la RENFE. Allí ,
muy cerca de la misma, estaba la nueva estación de autobuses. Calle Córdoba y
aquella parada terminal del Portillo quedaban algo lejos aunque la del Alsina
se quedaba un poco más lejos.
Carretería, Mariblanca,
Mártires, Nosquera, Gigantes, La
Alameda , Nueva, Compañía... nombres de calles que se vieron
apagados en la pupila de mis ojos cada vez que procuraba hallar en sus aledaños
los lugares que yo recordaba y las gentes que, en sus comercios, me atendían.
Me sentía apagado y callado
en mi interior. ¿Dónde estaba mi Málaga? Me preguntaba, en vano. ¿Dónde estaba
yo? Me volvía a preguntar, derrotado en la humillación de los años. Tres de las
casas donde viví en alguna época, ya no estaban, ni tiendas, ni cafés donde
solía comprar y consumir.
¿Dónde está aquel bar de la
esquina, o aquel kiosco donde me compraba el periódico matutino? ¿Dónde estará
aquel viejo ciego que vendía lotería prometiendo ganancias que nunca llegaban?
¿Dónde están la panadería que, en Carretería, abría los domingos en esa calle
desvestida y la pastelería de la esquina de donde me compraba leche en tetra
break piramidal?
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