EL JARDIN DE LOS ENAMORADOS


Dedicado a Mohamed Chakor.

Estando a solas conmigo mismo y buscando mi ser, me hallé, de repente, entre enrejados matorrales y enredadas ramas. Soñé que empezaba a despertar.
La timidez de los rayos del alba invitaba a soñar aún envuelta en un frescor púrpura que - poco a mucho - se acercaba a la mar en fulminantes e inciertos pasos.
La ciudad dormía aún mientras se revolvía entre las espinadas sábanas de la desesperanza en su lecho de orgullo y nostalgias. Aún dormía mi ciudad, embriagada de jazmines y de damas de noche; los gallos exornaban el silencio con su oración…y la última cena aún no se había acabado.
La ciudad dormía, y yo, más dormido que despierto, paseaba mi soledad herida por el desamor del Jardín de los Enamorados.
Aquel jardín, antaño amuleto de idilios y arco de Cupido, era todo un templo de sensuales sensibilidades; en él, el tiempo corría con la velocidad de la gacela que lo recorría y, con la mente vagando en los suspiros de la infancia alejada, se me ocurrió soltar preguntas al entorno del Jardín de Cagigas que me envolvía de humedad callada.
Dime, centurión disfrazado de primavera, jardín donde las fuentes humedecidas eran verso; dime, diminuto edén donde la orquídea tutea al ciprés, ¿donde están los mirtos de la ilusión que cubrían tus aledaños?
Dime, cinturón de Tetuán y ajuar del Dersa, ¿qué pasó con las migas pétreas por las que luchaban los áuricos peces del dorado estanque que antecede la cueva - cafetín primitivo - donde los sutiles susurros se dejaban desvanecer?
Algo tendrían tus aguas por tanto bendecir los surcos y los surtidores que humedecían las mejillas de las flores.
Dime, jardín entristecido por el alba, ¿dónde pueden hallar cobijo esas hojas arborescas que se dejaron arrancar y desplomar sobre tus embarradas y rociadas sendas? Dime, flor grana que de Campanillas tiene la semilla, ¿porqué arraigas escalofrío en quienes te propinan una piadosa mirada? ¿Porqué, flor cruel que me hiere el alma, vas agonizando tu contorno marchitando tu silueta, mitad espina y mitad gloria?
Oh Jardín de los Enamorados, vivero de hierbajos y de restos efímeros; eternidad de Cagigas herida por el abandono y por el olvido, inspira mi alma para que pueda tejerte un mosaico de alegrías en mis venas. Fortifica mi pensar en ti para poder regar tu nombre con ataviada prosa del alma y hacer de ti un junco de amor para Tetuán, tierra donde se riega al sol.

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