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Mostrando entradas de julio, 2017

Ahmed Mgara, gana el: XII Certamen de Poesía Encuentros por la Paz de San Pablo de Buceite.

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                                         Ahmed   Mgara, gana el:  XII   Certamen de Poesía Encuentros por la Paz de San Pablo de   Buceite . El escritor marroquí Ahmed Mohamed Mgara fue declarado recientemente ganador del XII   Certamen de Poesía Encuentros por la Paz de San Pablo de   Buceite .  El jurado estuvo compuesto  por la Directora Honorífica y fundadora del certamen, la poeta y escritora Paloma Fernández Gomá, y por los escritores Juan Rondón, escritor y flamencólogo, Cristóbal Moreno, escritor y miembro del Club de Letras de la Universidad de Cádiz), también  por la Presidenta de la JMD Lola Minguet y la vicepresidenta Sandra Gallego, que actuó de secretaria del jurado. El escritor marroquí ganó este premio entre un total de 158 candidatos de diversos países como Grecia,  Argentina, Uruguay, México, Colombia, Venezuela, Cuba,  Marruecos, y de distintos lugares de España, como Gerona, Asturias, Canarias, Madrid, Pontevedra, Valencia, Albacete... Es de menciona

Mekki Moursia, el astro que aún reluce.

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Mekki Moursia, el astro que aún reluce. Por: Ahmed Mgara IV  / IV En el Puerto. Las traineras volvían a su puerto secular. Los pescadores, cansados y con ganas de atracar, saludaban al maestro al verlo esperando su llegada. Sabían que esperaba su llegada para llevarse frutos de la mar,  pescados con escamas para su hogar. Cerca de la Escalera del Hassani visualizaba el amarre de la trainera de madera carcomida a la vez que escuchaba los cantares de los ángeles de la mar que celebran su vuelta a tierra para reencontrarse con la mujer de sus sufrires y con los frutos de su dolor. Cantaban a su suerte. Cantaban melodías que se gritan en silencio, con dolor y con gran pasión. Dolores en el aliento, en el alma, con extensas heridas que confunden la muerte con la esencia de la vida. Cantaban sus luchas de cada amanecer y de la oscuridad de cada anochecer. Soñaban ya, con volver a cantarle a la vida que le arrancan a la proa de su barco, cada vez que levan ancla y sue

Mekki Moursia, el astro que aún reluce.

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Mekki Moursia, el astro que aún reluce. Por: Ahmed Mgara En la Alameda.  III / IV Yendo hacia su mar, para renovar la cita matutina, el maestro responde a la invitación de unas flores  para sobrevolar la alfombra silvestre de la Alameda, inmaculada alfombra floral que Dios había creado para nuestra tierra del amor. Mekki atraviesa, con sus alas, la puerta de madera enrejada, cubierta de sabores y verdores soleados. Enjambre de madera cansada por la edad vivida y desvivida. Camina con la gracia de su cuerpo en plácidos pasos, casi sin moverse, como el olivo sobrevuela su olivar y sus sinsabores. Miraba las plantas, saboreaba las pinceladas que adornaban las rosas y cada pétalo  de las heridas flores. Se deleitaba con tanta magia, perfilando su terrenal adoración hacia la Divinidad. Los pájaros callaron su trinar para rendirle pleitesía al maestro. Tan solo algunas aves traviesas siguieron cantando melodías que se escuchaban hasta en los inmersos corales de la mar.

Mekki Moursia, el astro que aún reluce.

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Mekki Moursia, el astro que aún reluce. Por: Ahmed Mgara II / IV Frente al Borj. Con manos de escarcha recogió su vaso de té con yerbabuena y, sin mojar su boca con el deseado sorbo, volvió a dejar reposar ese vaso sobre la manchada mesa de mármol que albergaba varias abejas que deleitaban el líquido azucarado que se dejó escapar de ese cónico cristal. En esas manchas, el maestro veía, con razón, lo que iba a dictarle el corazón… en voz baja. Mekki le hace caso a la sombra del Borj y embarca con ella sobre el arca de luz que pretendía prender vuelo hacia el verso eterno de la mar cercana. La sombra dibujaba mil formas llenas de esperanza y de claveles multicolores en la retina del maestro Mekki, reluciendo y resaltando su vivacidad en armonioso silencio que las golondrinas intentaban frustrar con sus vuelos ennegrecidos, por tanta luz. Las campanas de la Iglesia redoblaban desde el campanario cercano en sincronizada melodía con el soplo de viento que acariciaba