Al alma de Mouhcine Akhrif.

Y se nos fue el poeta.
Elegía en recuerdo de Mouhcine Akhrif
La lluviosa tarde presagiaba augurios de oscuro sabor.Antes de empezar el coloquio nos saludamos con un fuerte apretón de manos mientras me invitaba a asistir al coloquio al que no podía asistir.Minutos después, Mouhcine Akhrif caía inerte tras una descarga eléctrica en el micrófono que tenía en su mano.Murió el poeta, con el verso en los labios, murió la poesía.


Se apagaron las trémulas luces sin previo aviso.
Amigos corriendo desesperadamente entre la multitud que, pese a las gotas de lluvia estuvo festejando la longevidad del libro.

Estábamos celebrando la presencia del libro en nuestras vidas cotidianas y llenando nuestras vidas de libros.

Los que estábamos fuera de la carpa no sabíamos lo que estaba pasando.
Foto: Jmal Smahi.

Nadie hablaba, solo miradas ahogadas en el silencio.
El verso y la rima se arrodiaron en sacra suplica y larga oración.
Los poetas presentes perdieron sus musas y el léxico de sus plabras.
Cuatro personas salieron de la carpa, corriendo y llevando entre sus manos el inerte cuerpo del poeta por si se le podía reanimar.
En menos de dos minutos estaba la ambulancia en la entrada de la feria que dejó de serlo.
Se nos confirmó la temida noticia, nada se pudo hacer por salvar la vida de un noble joven y maduro poeta.
Fue él quien dio el tijerazo de inauguración de la Feria del Libro, anunciando esperanzas de que el verso y el libro pudieran resurgir, y fue su último desenlace quién clausuró esa “feria” que acabó con una muerte no anunciada.
La lluvia depositada en un desnivel de la trágica plaza y un simple cable pelado de electricidad firmaron el sino y el destino de nuestro apreciado escritor y poeta.
Casi nadie se movía, de tanto silencio. Hasta el silencio, se calló.
Se detuvo el tiempo en la incredulidad del momento.
Se acabaron la Feria y la fiesta. En luto se convirtieron las andaduras.
Nos intercambiamos el pésame… todos moríamos un poco en esa paulatinidad del silencio.
Mouhcine Akhrif, allá donde esté la Paz de Dios, estará tu bendita alma
                                                                                                       Ahmed Mgara

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