… y, tras su muerte, brotó su
voz.
Aznavour, una luz poética que se cruzó en nuestros años de soñadores
con cierta voz, mitad hispana, mitad universal.
Charles Aznavour nos ayudó a crecer y a no desfallecer, a pensar
cuando el alma no nos dejaba parpadear.
Nos hacía soñar, conocer su Paris y su bohemia; edificar, con un
cerrar y abrir de ojos, su Venecia, vista desde las nubes sensuales que desde
sus versos navegaban hacia el encanto de lo infinito.
Eramos jóvenes, llenos de inocentes sueños a los que no se nos
permitía llegar en esos años 60. Tan sólo en los 45 RPM o LPs, muchas veces
rallados, hallábamos un refugio para nuestras ilusas ilusiones, abatidos por el
horror y el temor que sobrevolaba los adoquines de esos plómbicos años.
No nos damos la vuelta para mirar hacia atrás si no era para ver dónde
habíamos renunciado a los discursos sabios de los pensadores. Aznavour nos
llenaba de madurez, nos hacía vestir de blanco todos los lutos de las madres calladas junto a los
duelos de los claveles enlutecidos. Nos elevaba
hacia esos sueños ocultos que nadie nos podía borrar, aún en silencio,
pero que nos anunciaba, con su voz, que solo lo vertical podía sobrevivir a las
sentencias del destino que las mazmorras pintaban sobre el horizonte infinito
de la negrura.
Tan sólo se permitía morir de amor, ni de dolor ni por pensar en amor.
Vibrar con los manantiales de la vida y regar la ilusión con párpados
humedecidos de sensualidad.
Aznavour, nos decía con su voz
que la felicidad era la única música que nos tenía que alterar la paz del
tímpano; que Dios está en su sitio y nosotros en el nuestro, esperando de su
bondad y clemencia lo más sentido y valioso; Nos confesaba que su vida era un
simple y entrañable pedazo de la misma
vida, que sus andares no eran más que un reintento de superar los males del tiempo,
de la edad y de los que no querían
admitir que la vida había que vivirla para salvar la dignidad, por encima de
todo y de todos.
En los corazones, en las almas, en el recuerdo y en la nostalgia de
varias generaciones vivirá la voz ahogada de Aznavour, con pasión y amor. Todo
el amor de la existencia.
No te dejaremos descansar en Paz. Hablaremos, siempre, de ti.
Ahmed Mgara
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