EN CASABLANCA YA NO VUELAN LOS ÁNGELES.
EN CASABLANCA YA NO
VUELAN LOS ÁNGELES.
Por Ahmed Mgara.
En el cine marroquí
estamos acostumbrados a sorpresas que lo mismo nos deparan alegrías que
decepciones, lo cual es consecuente de los riesgos de producción en nuestras
limitadas posibilidades económicas de nuestro cine.
Al margen de haber
ganado premios y participado en encuentros como “La semana de la crítica” del
Festival Internacional de Cannes; Festival del Filme Árabe, en el Instituto del
Mundo Árabe (con el primer premio a la película de mejor relato); primer premio
en el Festival Cinematográfico de Alejandría; Festival de Salé, con el premio a
la mejor interpretación masculina para Abdessamad Meftah El-Khair; un trofeo de
oro en el Festival de Cartago (el primero que se consigue por Marruecos desde su
creación en 1966); también en el Festival de Cine Mediterráneo de Bruselas
consiguió el Gran Premio del Certámen. Todo ello, además de la participación en
el Festival de Arcila. Increíble currículo de la coproducción italo-marroquí.
“En Casablanca ya no
vuelan los ángeles” es una de esas películas estereotipos de la buena película
conflictiva y discutible. Una película paradójica con conclusiones a gusto de
todo consumidor, espectador en éste caso. Una cinta hecha para las salas comerciales
para tratar someramente un tema oculto y acallado pese a ser de apogeo
informativo. La emigración en su más triste vivencia. La de los pueblerinos que
van a las prometedoras urbes (Casablanca, Agadir, Tánger, Castillejos, Nador,
Marrakech...) para intentar conseguir el sustento y el de los familiares que se
quedaron en el pueblo en espera de mejores condiciones para que se agrupe
nuevamente la familia.
Una emigración que ha
causado estragos sociológicamente. Normalmente, el pueblerino que va a la gran
ciudad carece de las mínimas condiciones de subsistencia, careciendo de medios
y de capacidad profesional para emprender cualquier trabajo de consideración...
y cae en manos de desalmados que explotan sus arduas necesidades pagándole una
miseria por trabajos forzados e inhumanos. Todo ello sin contrato ni pago de
seguridad social o demás seguros.
En “Casablanca ya no
vuelan los ángeles” se han podido visualizar muchos males de nuestra sociedad
encaramados por cinco personajes básicos y alrededor de los cuales gira el
guión, en muchas faces criticable pese a tener ribetes simpáticos durante el
diálogo familiar en Tamazight, idioma regional que posee su riqueza melódica y
cultural de manera reseñable.
Saíd, personaje
principal de la película y que va de una aldea del alto Atlas a trabajar en
Casablanca, en un restaurante de un típico fasí de los que solo piensan en el
dinero sin tener presentes los valores y los sentimientos humanos de los demás.
Aïcha, madre de un
niño y embarazada de otro, ve como se le va su amor a trabajar en Casablanca en
contra de su voluntad. Le ruega que se quede en la aldea y que no había necesidad
de irse a esa ciudad que se traga a los hombres y a sus valores.
Otmán, un camarero
castigado por las circunstancias y carente de todos los síntomas de bienestar;
siendo su único orgullo un caballo heredado de su padre y sobre el cual
aprendía a tirar con la pólvora en los juegos de “Fantasía”, tan arraigados en
el Atlas. Otmán trabajaba para sostener a su madre mientras que enviaba desde
Casablanca hasta su aldea los mendrugos de pan y restos de comida del
restaurante en un autobús prehistórico por lo mal que estaba.
Ismael, otro
camarero, cuyo complejo vital era el no poder comprar y calzar un zapato que
valía diez veces más del que él se podía comprar. Era su sueño el poder comprar
ese zapato y nada más.
El quinto personaje
es el dueño del restaurante donde trabajaban los tres camareros, un
“sanguijuela” sin más alma que el dinero y que tenía que regir el destino de la
vida de cuantos con él trabajaban.
Pero, dentro de lo
cierto, cada personaje se desenvuelve en una trama propia aún entremezlado y
enrejado con los de los otros.
Saíd se sacrificaba
en Casablanca para el bien de su mujer, embarazada, y el de su hijo. El jefe no
le dio permiso ni para asistir al parto de su mujer ni asistirla después del
dramático nacimiento de su segundo hijo. Al tener noticias del empeoramiento de
la salud de su mujer vuelve a la aldea para llevar a su mujer a Casablanca para
que la vea un médico. Pero Aïcha se resiste a dejar la aldea, no se quería ir a
la maldita Casablanca. Prefería morirse antes de irse a la ciudad ennegrecida
por su nombre.
Y, de hecho, muere
mientras la llevaba su marido en un taxi comunitario a medio camino y sin haber
salido aún del agobio de las heladas montañas.
Nadie quiere socorrer
o ayudar a Saíd para devolver el cadáver de su mujer a la aldea para enterrarla
bajo la virginidad de las nieves hasta que unos habitantes de una aldea cercana
le ofrecen una mula y cuerdas para atar el cadáver de su amada para emprender
el camino de vuelta.
Otman, harto de que
las Autoridades se aprovechen de su caballo y que molesten a su madre por culpa
del dócil animal, promete a su madre liberarla de los males que le provoca y se
lo lleva a Casablanca -ciudad- en una de las tomas más bonitas y mejor logradas
del cine marroquí desde mi punto de vista. Otman, cabalgando sobre la grupa de
su elegante caballo en medio de las carreteras de la ciudad de Casablanca
envuelto de coches, autobuses y motos, parándose ante los pasos de zebra y los
cambios lumínicos de los semáforos... es una escena para ver y no perderse. Lo
dramático sucede cuando se cae el jinete de la grupa de su caballo al asustarse
este dentro del enjambre férreo de la circulación casablanquesa y las
contaminaciones acústica y ambiental dentro de las que cabalgaba.
Es de resaltar el aspecto
humano en el que se nos presenta la aldea. Sus gentes, muy solidarias, están
todas con los que los podían necesitar. Llenos de predisposición incondicional,
diferentemente a lo que sucedía en Casablanca, la ciudad de las prisas y de lo
inhumano.
En definitiva, la película
nos ofrece en su contenido general una relajación total pese a las
observaciones de pequeños detalles que se le escaparon a ese gran cineasta que
es Mohamed Asli en su primer largometraje. Sobre todo, la película nos afirma
que si en Casablanca ya no vuelan los ángeles..., no hay en perspectiva
esperanza de que cambien de opinión. Casablanca es un desastre de ciudad... un
ogro que atemoriza.
Comentarios