De mis alforjas

Conferencia pronunciada en Fez hace tres años. Aquella noche conocí al malogrado Mohamed Khallaf. Y, la mañana de ese mismo día, Allal Ezzaim presentaba una obra suya en Fez.
Estoy atravesando momentos difíciles que tan solo supero en santiamenes de lucidez y, lo que es peor, tengo que hablar de mi obra. Pero, así iba a poder reencontrarme con varios amigos y conocer a otros personalmente.

No poseo la mala costumbre de hablar de mis proezas o logros en las alforjas de mis recuerdos, y, menos aún, en público y delante de eminencias.
Pero treinta años escribiendo en español, entre los treinta y siete que llevo escribiendo, son más de media vida y delatan una vida dedicada, casi de lleno, a eso de publicar lo que escribo para que lo lean los demás.
Desde 1968 no he dejado de publicar. Más de 5000 artículos y casi 1000 fotografías aparecieron en más de 50 publicaciones de 8 países me pesan en el alma hasta el punto de desmoralizarme antes de enviar una colaboración a una publicación.
Más difícil se me hace esta monografía si se tiene en cuenta que soy, casi siempre, crítico en lo que escribo aunque con las mejores intenciones de elevar y empujar hacia arriba a todos los hispanistas que escriben e intentan dar algo bueno y fructífero de sus musas. No me resulta fácil hablar de mi trayectoria como hispanista. Aún así, me permitiré ser un poco crítico con mi producción.
Comencé a escribir en Málaga en la primavera de 1975 por sugerencias de un sacerdote jesuita que iba a crear una revista que se iba a ocupar de la problemática del emigrante, tan acuciante en aquella época aunque en menor grado que en la actualidad. En los prolegómenos de la aparición de aquel primer número- que también sería el último- nos llamó la atención, mientras nos reuníamos en un café en la calle Santamaría, muy cerca del Palacio Episcopal, la presencia de gente vigilándonos.
Y apareció aquel número 1. El sacerdote acabó detenido y encarcelado mientras que yo fui despojado de mi documentación y algunas propiedades tras el registro de mi domicilio. Acudí a la Dirección de Policía acompañado por otro sacerdote tras la intercesión del mismo Arzobispo de Málaga con el Gobernador Civil para que no fueran tan drásticos conmigo. Sólo permanecí unas horas en comisaría y acabé absuelto tras haber escuchado “de todo”. Sólo después de muerto el Caudillo volví a publicar en España.
En mi primer libro se recogen textos de aquella época tan entrañable para mí.
Del 75 hasta 1980 publiqué y escribí una serie de ensayos y poemas propios de la edad. El carácter afectivo es patente aunque de todo hubo en la viña del Señor.
Al volver a Marruecos supe que Mohamed Larbi Messari y Rodolfo Gil encabezaban un proyecto que parecía imposible. Crear un periódico semanal íntegramente en español. Ante la imposibilidad de lograrlo optaron por la creación de un suplemento semanal que se llamaría Opinión Semanal, de cuya aparición y organización se encargaría nuestro amigo Saíd Jedidi en su época más dorada.
Se me propuso colaborar y el teclado de mi máquina de escribir se vería amortizado de tanto darle con mis dedos. Mis entregas semanales dejaron de ser meramente literarias y pasé a ejercer un poco de información y un poco de análisis en las páginas de Opinión Semanal.
Allí estuve, en Opinión Semanal, hasta 1991 cuando se me puso por condición el afiliarme al Partido Político que editaba ese suplemento y traducir los textos del árabe al español según sus antojos. Otro requisito era dejar de publicar en el diario casablanques “La Mañana” en el que empecé a colaborar desde los primeros números tras un encuentro con mi amiga Khadija Warid en Tetuán y en el que me propuso colaborar con aportaciones literarias.
En La Mañana he sido asiduo colaborador aunque hubo algunas intermitencias en las que tenía que abdicar y refrescar un poco mi pluma.
Creé varios suplementos en español para varios periódicos e incluso llegué a crear mi propio periódico, el “Eco de Tetuán” y del que sólo aparecieron 11 números.
Lo más significativo de mi obra como hispanista podría ser resumido en los cuatro libros que edité y que me suponen un motivo de orgullo muy significativo.
“Tetuán embrujo andalusí” se editó en 1997 por “El Eco de Tetuán” y resume cantos en prosa a la vida y a sus componentes. Un derroche de amor que fue prologado por Mohamed Larbi Messari. Este libro constituye una selección de lo escrito y publicado en diferentes periódicos entre 1976 y 1996, o sea, dos etapas. La de España y la de Marruecos.
Se imprimió en Tetuán, y resultó ser, en lo que a impresión me refiero, un auténtico desastre. Sueño con volverlo a editar en “segundas nupcias” corregido y dignificado. Se agotó a los tres meses gracias a la presentación que le hizo el Instituto Cervantes de Tetuán, dirigido entonces por Francisco Corral, actual director del Cervantes de Río de Janeiro, si mal no recuerdo, en el Instituto del Pilar
El segundo libro vio la luz en 2002. Se trataba de “Desde Tetuán, con amor”, editado por El Puente y prologado por el poeta hispanista Moufid Atimou.
Un libro que circuló con tanta rapidez que fue todo un éxito inesperado por mí.
El tercer libro fue más sorprendente aún “El cine español y Marruecos entre 1903 y 2003” editado por Tamuda-Tetuán. Un trabajo de documentación que me costó 22 años de trabajo y que tendría una exitosa acogida. Está agotado prácticamente aún sin haberlo puesto a la venta.
Tiene la peculiaridad de aunar en una cronología películas y documentales olvidados por las filmotecas nacionales tanto de España como de Marruecos.
El último de mis libros es “Divagaciones”, editado por la AEMLE “Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española en febrero del 2005. No se ha puesto a la venta todavía pero, estoy seguro de que tendrá una acogida similar a la de los anteriores libros.
Estos dos últimos libros marcan una novedad en la bibliografía marroquí por llevar algunos espacios publicitarios que abarataron el coste de impresión. Hay que mencionar que nunca gocé de una beca o subvención para publicar mis cuatro libros y que, pese a figurar en cada libro el nombre de un editor, esto fue para alentar a las publicaciones “El Eco de Tetuán”, “El Puente” y “Tamuda-Tetuán”, asi como la AEMLE, a la cual acababa de incorporarme como miembro.
Algunos de mis trabajos forman parte de cuatro antologías si bien, ésta modalidad llamada “antología” ha perdido muchos enteros por el amiguismo y compadreo que tan descaradamente funcionan en muchas de ellas, aunque, al menos en mi caso, fue por méritos y no por otra cosa,
También he de mencionar que desde 2003 y gracias a mis escritos en español, mi nombre y parte de mi currículo han sido incluídos en la “Enciclopedia del Mundo Arabe” que se edita en Beirut- Líbano.
Pero, de todo lo anterior surge una interrogante crucial: ¿Cómo se puede catalogar la obra de Mgara, generalmente y dentro del hispanismo marroquí?
Hace unos días, la tarde del día en que el Rey de España entregaba en Alcalá de Henares el Premio Cervantes de este año, la Unión de Escritores de Marruecos, a la que tengo el honor de no pertenecer, celebraba en Tetuán un coloquio en que participé como invitado junto con el poeta Abderrahman El Fathi y el arabista de la Universidad de Cádiz Juan José Sandoval. Allí se habló y se intentó crear similitudes entre el hispanismo marroquí y el suramericano, lo que discutí y no quise admitir pese a reconocer que la mayoría de los doctorados obtenidos por marroquíes versan sobre temática hispanoamericana y admitir que, sólo una minoría de esos doctorados fue conseguida en España, lo que nos aleja, contextualmente, de España, y nos acerca a la literatura suramericana. Generalmente, claro.
Pero, en mi caso, mi prosa es incisiva, llena de mordientes y de insinuaciones en todo su contenido.
Es una prosa seria y sincera que brota desde lo más interior de mi espíritu sin dejar lugar para los artificios. Puede decirse que resalta por su agresividad y por la osadía en el empleo de algunas palabras que, juntas, resultan ser eclosiones de sensualidades y de arrebatos, a la vez.
No niego ser un artesano de la palabra. Por eso la suelo confeccionar sin tapujos y sin remordimientos. Escribo lo que siento sin tener reparos... perdiendo el respeto a todo y a todos, si es necesario, menos al idioma y a las palabras. Me gusta bailotear con las palabras poco usuales y que reflejan con más intensidad las realidades ocultas que no todos pueden ver de la misma manera.
A veces, lo que escribo varía entre lo romántico y lo inusual, llevando cargas emocionales encubiertas de iras y de aromáticas rimas a la par. Lo púdico se funde en lo prohibido en muchos de mis escritos, de tal manera que el lector puede dudar de lo que realmente quise decir con lo que lee con cierta confusión.
Me surgen y brotan las ideas que, luego, analizo y catalogo como publicables o no... y así voy por la vida los últimos 30 años. Escribiendo en un español y con un estilo propio que no se ajusta a ningún molde preestablecido. Y, en honor a las verdades, conmigo, el ser hispanista no fue tan ingrato como se afirma por muchos. ¿El secreto?. Es simple. Nunca he pedido nada a nadie, y, menos aún, esperar un aguinaldo. Mis libros se leen con ferocidad y tengo en las publicaciones en las que escribo a fieles lectores que me siguen la corriente y la trayectoria.
Muchas veces me escriben o llaman afectuosamente. Otras veces me paran por la calle y me preguntan si soy yo el que escribe en español... y me felicitan o hacen observaciones agradecibles. Hay veces en que se me pregunta si tengo relación familiar con el Mgara que escribe cuando escuchan mi nombre, lo que se debe a que casi nunca se publican mis fotos.
Es cierto que he leído a Celaya, Gala, Machado, Becker, Lorca, León Felipe.... y otros que han influído en mí como persona y como escritor, pero no llevo el sello de ninguno de ellos. Digamos que escribo con vuelos propios aún con el riesgo de caer desplomado por los críticos, pero no quiero evitar ser “yo mismo” ni tener mis particularidades aunque se alejen de lo literariamente ortodoxo.
Analizar mi obra no me resultaría nada fácil, si bien, admito haber vertido siempre toda la sensibilidad que en mi alma se haya abarcado. He dado a mis lectores el compendio de mis líneas sin pretender abusar de sus aprecios.
He procurado ir en línea ascendente para no defraudar a quienes me leen asíduamente. He tenido que convertir mis sentimientos en los de los demás, evitando herir sentimientos y halagar huecas vanidades. Digamos que adopto “la rebelión de las musas” para soltarles la rienda a mis sensibilidades.
Mgara, dicen las buenas lenguas, no regala nada a nadie en la prensa. Y eso es cierto. Las palabras se conquistan y los adjetivos se obtienen con el grado de sudor expirado. La prensa es un púlpito en que nadie debe poseer el derecho a mentir o a exagerar. Las columnas de la prensa son estrado de justos en que sólo se debe justificar la verdad y abolir lo inexacto y lo virtual.
Nunca dejé que nadie ensuciara mi dignidad con ningún medio. Nada puede sustituír el respeto que se pueda tener hacia simismo o el de los demás hacia una persona.
Por lo que llegué a publicar, me amenazaron con demandas judiciales varias veces, y todas esas veces, las partes enfrentadas conmigo acabaron retrocediendo en sus acaloradas amenazas. Destapando lo que podía ser nocivo me gané muchos enemigos... y no me arrepiento.
Mis cinturones son siempre de la misma medida. Los tengo bien apretados.
Volviendo a lo de analizar mi humilde obra he de decir que yo no sería capaz enmarcarla dentro de algún estilo por suponer una variante constante que se amolda a las circunstancias imperantes, aunque, en honor a la verdad, el léxico que constituye mi obra creativa está lleno de nombres de aves, flores, plantas aromáticas... palabras románticas empleadas por alguien que dice siempre que ya no hay lugar para el romanticismo en éste mare-magnum donde imperan los intereses personales o materiales, las injusticias y los desmanes.
En la prensa siempre fui constante y puntual pese a las dificultades que ello entraña siempre. Incluso dando la información, he procurado siempre salirme de los tipismos y topismos clásicos de los medios de comunicación. Me gusta la innovación y me sublevo ante la mediocridad que tanto nos atosiga en la prensa arcaica que nos acostumbran ofrecer.
No voy a negar que siempre se me ha respetado, pero no voy a ocultar que el estilo que utilizo ha provocado, en muchos de mis allegados conocidos, ciertas iras innecesarias, tomando posturas muy divergentes hacia mi persona.
Nunca quise ir en paralelo con las ideas de los demás. Poseo mis propias visiones de los acontecimientos y prefiero construir mis propias nubes de algodón para construir sobre ellas mis castillos de hadas y de sueños vispertinos.
Me gusta soñar hasta tal punto que, cuando exagero en mis convicciones soñolientas, mis ilusiones e imaginaciones llegan a impresionar y adquirir tonos de realidad. Lo siento así aunque nunca lo pude entender.
Lo que no puedo hacer, catalogando mi producción literaria o periodística, es catalogarme dentro del hispanismo marroquí o compararme con los poquísimos escritores hispanistas marroquíes. Pienso, si los demás hispanistas me lo permiten, y si no, lo seguiré pensando igual, la movida hispanista marroquí es nueva y no posee todavía ninguna confirmación.
Muchos se autodenominan como decanos y padres del hispanismo marroquí.
Otros se califican como los mejores representantes del hispanismo marroquí.
No somos, siquiera, cien, los marroquíes que hemos podido publicar, al menos, un libro durante los últimos cincuenta años, de los cuales, más de la mitad, sólo han podido publicar su tesis doctoral y nada más.
¿Vamos a hablar, con éstos datos escalofríantes, de una presencia hispanista marroquí en el contexto general de la literatura nacional? Indudablemente, yo lo haría con cautela y mucha meditación. Pienso que la literatura marroquí expresada en español necesita mucha mano de obra, muchos escritores nuevos que nos renueven y superen a los que estamos en el ocaso de nuestra producción y ofrecimientos.
Debemos apoyar a los noveles y crear en ellos ese afán de desafío que debe poseer el hispanista marroquí, ofrecerles el testigo y poder descansar en la paz Divina cuando nos llame a su seno el Omnipotente. También con el hispanismo, habremos cumplido y, sobre todo, con nuestro espíritu más inquieto.

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